Cada país tiene una mitología y un imaginario propios. Esto
es así, no importa el país, la geografía o la mentalidad, aunque, dependiendo
de un lugar u otro, los personajes que pululan por dicha mitología tienden más
hacia la luz o hacia la oscuridad, hacia el bien o hacia el mal.
Los países nórdicos responden a las premisas anteriormente
señaladas tanto en el desarrollo de una vasta y compleja mitología, como en la
posterior plasmación de dicho entramado ideológico-religioso en las páginas de
multitud de libros, murales, criptas y templos. No obstante, sus mitos y
leyendas están marcados por una geografía y un clima que condiciona,
enormemente, el desarrollo de una historia o el devenir de sus personajes. En
estas latitudes, por ejemplo, el invierno no es una estación, sino un personaje
más de cualquier peripecia vital en la que se vean envueltos seres humanos o
divinos.
De igual forma, los bosque guardan de manera fiel y celosa,
embutidos en las entrañas de sus verdes y tupidos corazones, mil y un secretos,
muchos de los cuales han permanecidos ocultos a la inconveniente mirada de unos
seres humanos que, tiempo atrás, olvidaron respetar a las deidades de la
naturaleza.
Uno de esos secretos que ha sido celosamente guardado tiene
que ver con una raza de seres mágicos, de aspecto homínido, llamados de manera
genérica Huldra y, dependiendo del lugar, skogsfru (en la mitología noruega); Tallemaja
(en la mitología sueca); o Ulda (dentro
de la mitología del pueblo Sami)
Los integrantes de dicha raza, seres que no necesitan del
habla para transmitir sus pensamientos, viven escondidos en las profundidades
de los bosques, poseen rasgos animales tales como una cola y pezuñas en lugar
de pies, pero su aspecto se asemeja bastante al de un ser humano, razón por la
cual las hembras podían llegar a seducir a los seres humanos que se encontraban
en su camino, especialmente a quienes terminaban perdidos en medio de uno de
aquellos infinitos bosques de antaño.
Otra cosa bien distinta es lo que le ocurre a Thale, una
Huldra o skogsfru capturada en los bosques de Noruega por una suerte de
investigador que trató de convertirla en una niña normal y corriente, hasta el
punto de mutilar la seña de identidad primordial en su raza, su cola. Thale
vivió toda su vida recluida en una habitación situada bajo tierra y sólo logró
ver la luz del día, tiempo atrás arrebatada por los delirios investigadores de
quien la privó de buena parte de su existencia, tras la muerte de su captor.
Este punto es lo que hace a Thale una película de género un tanto atípica, dado que el
espectador lo que realmente conoce es el cautiverio, forzado, al que se vio
sometida Thale siendo tan sólo una niña, cautiverio que poco tiene que ver con
el saber científico y más con la demencia de una persona por cambiar la
verdadera naturaleza de un ser vivo. Por momentos, uno llega a olvidar que
Thale no es, en realidad, un ser humano.
Con la aparición en escena de Leo y Elvis, dos operarios de
limpieza especializados en dejar impoluto el escenario de un crimen, la vida de
Thale cambiará de manera drástica, manteniendo un contacto con otros seres
humanos tan sorprendente para ella como para sus dos descubridores.
Es cierto que, antes de lograr su propósito final, unos
misteriosos y esquivos hombres de blanco harán acto de presencia, apuntalando
uno de los grandes tópicos del cine de género que tiene como protagonista a una
criatura extraña y desconocida, sea de nuestro mundo o del espacio exterior.
Sin embargo, su presencia será más bien testimonial tanto por la fortaleza de
Thale, como por la de otros miembros de su raza, dispuestos a evitar que los
seres humanos metamos la nariz donde nadie nos ha invitado previamente.
La mayor virtud de Thale,
como película de género, es saber centrarse en cada uno de los personajes
principales, pintarnos una situación que mezcla realidad y fantasía en las
dosis justas, y no prolongar las situaciones hasta la extenuación, un mal que
está aquejando a muchas realizaciones cinematográficas en estos últimos años.
Además, la belleza plástica de la película, muy bien rodada
y montada, así como el halo de misterio y fragilidad que desprende Silje
Reinåmo, la actriz noruega que interpreta a la mitológica criatura, son
alicientes más que suficientes para rescatar esta película, la cual pasará
desapercibida en las estanterías de los pocos videoclub que aún sobreviven en
nuestras latitudes.
Thale no pretende
engañar a nadie, sino contar un cuento de “hadas” donde no hay príncipes, ni
princesas, ni hadas, sino una raza de seres mágicos, unos humanos muy malos
–por lo menos, algunos de ellos- y otros que sólo quieren hacer lo
correcto. Y por todo ello, merece ser
tenida en cuenta por quienes disfrutamos con este tipo de propuestas, más minoritarias
pero igualmente válidas.
© Film Fund FUZZ/ Yesbox Productions, 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario