¿Cuál es la definición de un monstruo y/ o monstruosidad? La
primera definición del Diccionario de la Real Academia es: Producción contra el orden regular de la naturaleza. Otra
definición sería Persona muy cruel o
perversa. Si nos ceñimos a monstruosidad, una primera definición sería Desorden grave en la proporción que deben tener las cosas, según lo
natural o regular, mientras que una segunda vendría a decir lo siguiente, Suma fealdad o desproporción en lo físico o
en lo moral.
Ahora volvamos al mundo real y pensemos qué o quién responde
a dichas señas de identidad, ya sean éstos seres reales o inventados por alguna
psique desbocada, en medio de una noche de tormenta. Sin pensar mucho, se me
vienen a la mente creaciones de pesadilla embutidas en oscuros y pesados
ropajes, príncipes sedientos de venganza, y criaturas de la noche en busca de
víctimas que desgarrar para calmar su ansia de sangre.
Sin embargo, dicho seres, actualizados con los miedos y las
pesadillas de cada nuevo siglo que empieza, no son nada si se los comparara con
los verdaderos monstruos que han pululado y aun lo hacen por esta decrépita y
esperpéntica caricatura de sociedad humana. Esos monstruos no necesitan
asaltarnos mientras dormimos, sino que nos persiguen, torturan y asesinan mientras tratamos de cerrar, en vano,
nuestros ojos para no ver sus caras de psicópatas desbocados frente a nosotros.
Son monstruos que un día nacieron de un padre y una madre,
como cualquiera de nosotros, pero que, llegado el momento, dejaron aflorar esa
vena perversa y demoniaca que tiene todos ser humano sin necesidad de ser el
vástago del señor de los avernos infernales.
Su legado se escribe con la sangre de sus víctimas, en
algunos casos, sólo unas pocas, pero muy señaladas, tal y como es el caso de
Charles Milles Manson y sus dementes seguidores, quien desgarraron el cuerpo de
Sharon Tate y su hijo no nacido. Otros fueron sembrando su demente singladura
con los cuerpos de niños, jóvenes y adultos -53 víctimas confirmadas y 56
atribuidas-, durante más de una década, tal y como es el caso de Andrei
Chikatilo, el mayor asesino en serie de la historia de la Unión Soviética.
También están los que buscaban pasar a la posteridad y/ o
vengarse de quienes les habían agraviado/ vejado y ninguneado, tal y como fue
el caso de Eric David Harris y Dylan Bennett Klebold –los adolescentes
responsables de la masacre en el instituto Columbine- o Alan Lamza, responsable
de asesinar a veinte niños en la escuela elemental Sandy Hook, hace tan sólo
unos meses.
Y por último están quienes no se conformaban con matar a una
docena, medio centenar o varios centenares, sino que ansiaban el “más difícil
todavía” o, lo que es lo mismo, alcanzar el calificativo de genocidas con
mayúsculas. Dos ejemplos muy elocuentes de esto último son Rudolf Höss, SS
Obersturmbannführer y director del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, y
Otto Adolf Eichmann, también SS-Obersturmbannführer y uno de los principales
ideólogos de la llamada “Solución final para el problema judío” (Endlösung der
Judenfrage) quien acuño dicho término para la posteridad.
Ambos, son la prueba viviente de cómo un ser humano puede
ser más sádico, depravado, amoral y monstruoso que la suma completa de todos
los monstruos creados por el imaginario literario desde que el hombre empezó a
escribir sobre una superficie cualquiera.
Y todos juntos o, por lo menos, algunos de sus elementos más
sobresalientes conforman la psique y la motivación del último demente asesino -Psycho-killer
cinematográfico- en toda la inmensidad de una pantalla grande, Seiji Hasumi,
protagonista principal del último delirio visual rodado por Takashi Miike.
Seiji Hasumi es el profesor perfecto en todos los sentidos; es
decir, inteligente, ameno, divertido, cercano, atento, educado, cortés y
siempre preocupado por sus alumnos y lo que a estos les pudiera suceder. Su
celo va más allá de las paredes del centro en el que imparte clases, de ahí que
no dudará en interponerse en el camino de quienes traten de abusar de algún
modo de cualquiera de sus alumnos, sin detenerse en si dicha persona es un
compañero de trabajo y/ o un acomodado residente de la localidad.
Con tales señas de identidad nadie, ni siquiera el más
suspicaz, podría llegar a sospechar que tras su perfecta sonrisa y su no menos
perfecta apariencia de persona franca y legal se esconde un demente amoral que
sufre infringiendo el dolor y el sufrimiento a quienes lo rodean.
Su estela de cadáveres empezó siendo un adolescente, siendo
sus padres sus primeras víctimas. Después le tocaría el turno a su compañero
norteamericano de universidad, otro ser igualmente depravado y demente que
acabaría abrasado ante la extasiada mirada de Hasumi. Más tarde serían los
alumnos de otro instituto –suceso tachado de suicidio colectivo de adolescentes-
escalón que le sirvió para darse cuenta de que su futuro pasaba por la
enseñanza.
Claro está que el tema del suicidio en masa, problema real
que ha sacudido a Japón en más de una ocasión, no resultaba tan atractivo como
la primera vez y… pensando, pensado, al modélico profesor se le ocurrió la
solución: ¿Y si reinvento la masacre de
Columbine, pero en un instituto cerrado, de noche y sin posibilidad alguna de
escapar y/ o pedir ayuda? Con mi experiencia, aplomo y seguridad, no caería en
las carencias y defectos de Eric David Harris y Dylan Bennett Klebold, sino que
me asemejaría más a las tropas de asalto
nazis, durante la destrucción y exterminio de los habitantes del Ghetto de
Varsovia en 1943.
Con la idea en la cabeza, una melodía que tatarear –the
Ballad of Mack the Knife- y una buena provisión de cartuchos de caza para su
fusil, sólo era cuestión de tiempo y entrega por parte de Hasumi, todo un
maestro en el arte de cazar a sus indefensos estudiantes, lograr que su empresa
llegara a un buen puerto.
La sangre, los gritos de terror y el atronador sonido del
fusil en un espacio cerrado son gajes del oficio, pensará el entregado
profesor, inconvenientes que se remedian con unos buenos tapones, un
chubasquero y un paseo por el campo a la luz de estrellas.
¿No me creen?.... Pues esto y algunas cosas más es Lesson of Evil, Aku No Kyôten, vuelta de
tuerca nipona sobre la imaginería del asesino en serie, amante de cometer sus
crímenes en un espacio público, con víctimas adolescentes y sin ninguna traba
moral que se lo impida.
Seiji Hasumi representa a un Adam Lamza adulto, con la
amoralidad de un Charles Manson, el encanto de Adolf Eichmann y el sadismo y
sed de sangre de Andrei Chiikatilo. Además, como cualquier enajenado mental,
Hasumi también tiene sus delirios mitológicos y/ o divinos, y un sentido del
humor importado de una serie como Dexter, delirio televisivo protagonizado por
otro pyscho-killer como Hasumi.
¿Y el resultado? Otro exceso visual, auditivo, expresivo y
demencial, cortesía del director, guionista y agitador profesional japonés que
responde al nombre de Takashi Miike.
Lesson of Evil es
una película perversa, porque te obliga a ser partícipe de una matanza fría,
dura, sádica y descarnada, sin que el espectador pueda hacer nada por
impedirlo. Es lo mismo que si te sentaran en una butaca a ver, por la mirilla
de las cámaras de gas, como las cápsulas del gas Zyklon B acababan con la vida
de quienes llegaban hasta el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Sin embargo, esta
frialdad, no exenta de un sentido del humor muy, muy negro, surrealista y
delirante en algunos momentos, no es óbice para que el director nos muestre su
versión de lo que es, en realidad, su definición de la palabra monstruo, en
grande y con letras luminosas.
Monstruos que cada poco tiempo deciden aflorar y asolar un
centro comercial, un colegio o un supermercado. Monstruos que se esconden
detrás de leyes que les permiten llevar fusiles de asalto y granadas anti-carro
como si se tratara de caramelos y serpentinas. Monstruos que nuestra sociedad
crea y luego suelta, sin reparar en las consecuencias de tales actos.
Seiji Hasumi, al igual que Adolf Eichmann, Rudolf Höss o Andrei
Chikatilo no conoce las palabras remordimiento, pena o culpa. Son seres que no necesitan dichas barreras
morales para poder vivir, sino todo lo contrario. El problema viene cuando una
sociedad prefiere crear esos monstruos antes que buscar soluciones para
prevenirlos y es, entonces, cuando acaba pasando lo que acaba pasando.
Seguro que si pudiéramos hablar con Takashi Miike, éste,
después de convencernos que todo aquello que acabábamos de ver era sólo una
película, a reglón seguido se nos quedaría mirando y nos diría… ¿Sabes
una cosa? Los monstruos existen y son
como tú y como yo, no lo olvides. Y si algún día te encuentras con uno de
ellos, sólo tendrás tiempo de gritar y, quizás, de correr unos pasos antes de
morir.
Ahora sólo queda saber si todos ustedes serán capaces,
cuando la película llegue a nuestro país, durante el próximo festival de cine
fantástico de Sitges 2013, de ir a verla. Yo la vi y disfruté en el festival de
cine de terror de Helsinki –Night Visions Back to Basics 2013- y no me arrepiento.
Aun me resuenan los oídos por los disparos de Hasumi, pero, como todo, se me
pasará.
El resto, como es costumbre, corre por cuenta suya…
©Bungeishunju;
Dentsu; Nippon Shuppan Hanbai (Nippan) K.K.; OLM; Oriental Light and Magic; Toho
Company, 2013
© Asylum
Films; Citadel Entertainment; Home Box Office (HBO), 2013
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